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Fútbol: ¿un arma de doble filo?

El fútbol puede ser tu peor enemigo, o tu mejor amigo, según cómo lo mires.

Cuando tu hombre mira fútbol, queda alienado, atontado, ensimismado, se abstrae de la realidad y se sumerge en una burbuja de la cual le resulta imposible salir hasta que haya terminado el partido (y los comentarios posteriores).


Esto puede representarte un gran problema: para tu chico, mientras está jugando su equipo, vos no existís. Y lo que es peor, te llena la casa de tipos que gritan mientras toman cerveza y tiran las cáscaras de maní en el piso. Lo más triste es que esto no termina pasados los 90 minutos del partido, porque se quedan todos sus amigos sentados en tu living comentando sobre cada jugada sintiéndose Macaya Márquez.

Ni hablar si su equipo pierde: cuando sale de la burbuja y vuelve a la realidad, vos sos el destinatario de toda su mala onda y sus resongos. Y que no se te ocurra intentar seducirlo, porque va a estar demasiado deprimido como para 'funcionar' y se te va a venir un tormentón de frustraciones sexuales.


Por otro lado, puede resultarte muy ventajoso tener unas dos horitas de tiempo a solas en las que él ni siquiera sabe que estás en casa. La situación de ser completamente ignorada te da lugar a hacer tus cosas: a teñirte el pelo sin que te vea con una gorra de plástico en la cabeza, a depilarte sin que vea el enchastre de cera en el baño, a hacerte baños de crema, exfoliación facial y hasta remover las durezas que los zapatos nuevos, que ni sabe que te compraste, te dejaron en los talones (cayos que para él, por supuesto, jamás existieron).


Después de todo, ¿por qué crees que el fútbol es una vez por semana y que justo cae los domingos? No me cabe duda que hubo una mujer detrás de todo esto, que previó que ibamos a necesitar dos horitas por semana para encargarnos de nosotras mismas sin recibir reproches o apuradas tales como: "¿te falta mucho en el baño?".



Nota: quien dice fútbol, dice PlayStation.

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