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De soltera a solterona hay un solo paso

Si ya estás entrando en los treinta (o saliendo), y todavía no encontraste a tu media naranja, ¡no desesperes!

Tenés que entender que los hombres son como ese par de zapatos soñados que después de haber recorrido hasta las vidrieras más insólitas sin éxito, aparece casi mágicamente ante tus ojos como si hubiera estado esperando que lo compres desde que se fabricó, justo cuando estás a punto de volverte a casa con las manos vacías y el corazón resignado.


Llegada una cierta edad, ya no tenés ganas de vivir con tus padres, y si no tenés un chico con el que te puedas ir a vivir, te puede parecer que se termina el mundo.

Las estadísticas indican que las mujeres que viven solas tardan más en conseguir pareja, eso es un hecho comprobado científicamente.

Y si se te ocurre que podés disminuir mínimamente la soledad con una mascota, y caes en la trampa de adoptar un gatito o un perrito, te estás comprando cinco años más de soltería como mínimo (por no ser pesimista y decirte que ya estás tirando la toalla y resignandote a ser considerada una solterona).


Quizás al principio puede parecer tentador: "me mudo sola y no me tengo que bancar más a estos viejos pesados que me preguntan a cada rato a dónde voy y a qué hora vuelvo", pero tené en cuenta que vivir sola implica despertarte sola, irte a dormir sola, comer sola, tomar mates sola, ver a Susana y no tener con quién comentar lo que dijo, y lo peor de todo, tener que ver las expresiones de lástima en los rostros de la gente cuando les decís "No, yo no tengo marido, vivo sola".


Lo cierto es que vivir sola es una trampa mortal hacia la soltería eterna. Aguantate a tus padres algunos años más, y no pierdas las esperanzas porque sabés que al hombre que nació para vos, no te lo quita nadie, y que pronto vas a poder ir, como corresponde, de la casa de tus padres, a la casa de tu marido, después de todo esa es la manera tradicional de actuar, y si se viene haciendo así desde hace tanto tiempo, debe ser porque funciona.

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